La auténtica felicidad (II)


… en todos los niveles de ingresos reales, quienes valoran el dinero más que otros objetivos están menos satisfechas con sus ingresos y con su vida en general...

… tiene parte de razón el comentario irónico -no anatómico- de Kierkegaard “mejor bien colgado que mal casado”, puesto que los matrimonios infelices socavan el bienestar, y entre las personas cuyo matrimonio es “no muy feliz”, el nivel de felicidad es menor que el de los solteros o divorciados.

… las personas que ya son felices tienen más posibilidades de contraer matrimonio y permanecer casadas, o que una tercera variable -como la buena presencia o la sociabilidad- genera mayor felicidad y más posibilidades de casarse. Al fin y al cabo, las personas depresivas tienden a ser más retraídas, irritables y egoístas, lo cual las convierte en parejas menos atractivas.

La satisfacción con la vida aumenta ligeramente con la edad, la afectividad agradable se reduce un poco y la afectividad negativa no cambia.

… la buena salud objetiva apenas guarda relación con la felicidad; lo que importa es nuestra percepción subjetiva de nuestro estado de salud, y el hecho de encontrar la forma de valorar nuestra salud de forma positiva, incluso cuando estamos bastante enfermos, es un tributo a nuestra capacidad de adaptación a la adversidad. Las visitas al médico y el hecho de estar hospitalizado no afectan a la satisfacción con la vida, sino a la valoración subjetiva de la salud, que a su vez está influida por la emoción negativa. Por sorprendente que resulte, incluso los enfermos de cáncer gravemente afectados difieren sólo de forma ligera con respecto a la satisfacción global con la vida de las personas objetivamente sanas.

Las emociones positivas pueden centrarse en el pasado, el presente o el futuro. Entre las emociones positivas respecto al futuro cabe citar el optimismo, la esperanza, la fe y la confianza. Las relacionadas con el presente son la alegría, el éxtasis, la tranquilidad, el entusiasmo, la euforia, el placer y -la más importante- la fluidez; emociones a las que la gente se refiere cuando de manera informal, aunque demasiado restringida, habla de “felicidad”. Las emociones positivas sobre el pasado incluyen la satisfacción, la complacencia, la realización personal, el orgullo y la serenidad.

Si los padres se divorcian -excluyendo los estudios que ni siquiera se molestan en incluir grupos de control de familias similares, pero sin divorcio-, aparecen ligeros efectos perturbadores en las últimas etapas de la infancia y en la adolescencia. Pero los problemas se desvanecen a medida que la persona madura y no son fáciles de detectar en la edad adulta.

En la edad adulta, los gemelos univitelinos (idénticos) criados por separado son mucho más parecidos respecto a autoritarismo, religiosidad, satisfacción laboral, conservadurismo, ira, depresión, inteligencia, alcoholismo, bienestar y neurosis -por mencionar unos pocos rasgos- que los gemelos bivitelinos (no idénticos) criados juntos. Paralelamente, en la edad adulta, los adoptados son mucho más semejantes a sus padres biológicos que a los adoptivos. Ningún evento de la infancia contribuye de forma significativa a determinar tales características.
Esto implica que carece de valor el dictamen de Freud y sus seguidores de que los sucesos de la infancia determinan el desarrollo de la vida adulta.

En un estudio, se evaluó la hostilidad manifiesta de 255 estudiantes de medicina mediante un test de personalidad. Como médicos, al cabo de veinticinco años, los más iracundos sufrían aproximadamente cinco veces más cardiopatías que quienes lo eran menos. En otro estudio, los hombres con mayor riesgo de sufrir infartos de miocardio a lo largo del tiempo eran los que tenían las voces más explosivas, los que más se irritaban cuando debían esperar y los que mostraban su enfado de forma más visible. En los estudios experimentales se observa que cuando los estudiantes varones reprimen su cólera, la presión sanguínea disminuye, y que aumenta si expresan sus sentimientos. La manifestación de la ira también incrementa la tensión sanguínea en las mujeres, que la tienen más baja. Por el contrario, la amabilidad como respuesta a una ofensa la reduce.

… las emociones sin duda están recubiertas por una membrana, pero ésta es sumamente permeable y recibe el nombre de “adaptación”... Sorprendentemente, las pruebas ponen de manifiesto que cuando se producen acontecimientos positivos y negativos, existe un estallido emocional temporal en la dirección correspondiente. Pero normalmente, después de poco tiempo, el estado de ánimo vuelve a situarse dentro de los parámetros del rango fijo. Esto indica que las emociones se desvanecen si son omitidas. Su energía se filtra a través de la membrana y la persona recupera con el tiempo su estado natural por medio de una “ósmosis emocional”. No obstante, si las emociones son expresadas y se hace demasiado hincapié en ellas, acaban multiplicándose y atrapándonos en un círculo vicioso en el que nos ocupamos en vano de agravios pasados.

Los pensamientos negativos intensos y frecuentes sobre el pasado son la materia prima que bloquea las emociones de felicidad y satisfacción, y tales pensamientos impiden la serenidad y la paz.

La gratitud aumenta el disfrute y la valoración de los buenos momentos pasados y la reescritura de la historia mediante el perdón reduce el efecto deprimente de los sucesos negativos, y de hecho puede transformar los malos recuerdos en buenos.

… los intentos explícitos de eliminar los pensamientos fracasan y aumentan la probabilidad de imaginar el objeto que se desea anular (por ejemplo, intente no pensar en un oso blanco durante los siguientes cinco minutos). Esto hace que el perdón, que deja intacto el recuerdo, pero elimina e incluso transforma el dolor asociado a él, es la única estrategia viable para abordar la historia desde otra perspectiva.

La salud física, sobre todo la cardiovascular, es probablemente mejor en quienes perdonan que en los que no lo hacen. Y cuando va seguido de la reconciliación, el perdón puede mejorar sobremanera las relaciones con la persona perdonada.

Las personas que se dan por vencidas con facilidad consideran que las causas de los sucesos negativos que les sobrevienen son permanentes, que las desgracias perdurarán y afectarán su vida para siempre. Las personas que se resisten a la indefensión consideran que las causas de los sucesos negativos son transitorios.

Si uno piensa en las cosas negativas en términos de “siempre” o “nunca” y con características duraderas, posee un estilo permanente y pesimista. En cambio, si piensa en las situaciones como si ocurrieran “a veces” o “últimamente”, empleando calificativos y atribuyendo los sucesos negativos a circusntancias efímeras, posee un estilo optimista.

Temporal (pesimista): “Me he esforzado”; Permanente (optimista): “Tengo talento”.
Las personas optimistas explican los sucesos positivos aludiendo a causas permanentes relacionadas con rasgos y capacidades. Los pesimistas señalan la existencia de causas transitorias vinculadas a los estados de ánimo y al esfuerzo.

El arte de la esperanza radica en encontrar causas permanentes y universales para los sucesos positivos junto con causas transitorias y específicas para los adversos, mientras que hallar causas permanentes y universales para la adversidad y transitorias y específicas para los acontecimientos positivos, es el camino más directo hacia la desesperación.

Martin Seligman
La auténtica felicidad (2002)


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