Fases del comportamiento íntimo


En su libro Comportamiento íntimo [trad. casto RBA, Barcelona, 1994], Desmond Morris describe los cambios normales que se producen en la necesidad de intimidad del ser humano. Sugiere que pasamos repetidamente por tres fases: «Abrázame fuerte», «Suéltame» y «Déjame solo». El ciclo se pone de manifiesto ya durante los primeros años de vida, cuando los niños pasan del «abrázame fuerte», tan característico de la infancia, al «suéltame», cuando empiezan a explorar el mundo, a gatear, caminar y adquirir algo de independencia y autonomía con respecto de la madre. Esto forma parte del desarrollo y el crecimiento normal. Estas fases no se mueven, sin embargo, de forma lineal sino que el niño puede experimentar ansiedad cuando el sentimiento de separación se hace demasiado intenso; entonces regresa junto a la madre en busca de consuelo y proximidad. En la
adolescencia, cuando el individuo se esfuerza por formarse una identidad, el «suéltame» se convierte en la fase predominante. Aunque pueda ser difícil o doloroso para los padres, la mayoría de los expertos lo consideran normal y necesario en la transición de la infancia a la edad adulta. Mientras que en casa el adolescente grita a los padres « ¡Déjenme solo!», sus necesidades de «abrázame fuerte» pueden quedar satisfechas mediante una fuerte identificación con el grupo de sus iguales..'. “

En las relaciones adultas se da la misma oscilación. Periodos de estrecha intimidad alternan con otros de distanciamiento. Esto también forma parte del ciclo normal de crecimiento y desarrollo. Para alcanzar nuestro pleno potencial como seres humanos, necesitamos equilibrar nuestras necesidades de intimidad y unión con las de autonomía. Si comprendemos esto, no experimentamos temor cuando observamos por primera vez que nos estamos «distanciando» de nuestra pareja, del mismo modo que no sentimos pánico cuando observamos que la marea se retira de la costa. Claro que, en ocasiones, una creciente distancia emocional (como una corriente soterrada de cólera), puede indicar graves problemas en una relación que pueden conducir incluso a la ruptura. En esos casos, medidas como la psicoterapia pueden ser muy útiles. Pero lo principal es que una creciente distancia no anuncia necesariamente un desastre. Puede formar parte de un ciclo que redefinirá la relación e incluso puede llevar a una intimidad mayor que la del pasado..'.

Así pues, la aceptación, el reconocimiento de que el cambio es inherente a las relaciones humanas, puede jugar un papel decisivo. Quizá descubramos que precisamente en el momento en que nos sentimos más desilusionados, en el que tenemos la sensación de que algo se ha resquebrajado en nuestra relación, es cuando puede producirse una transformación profunda. Estos períodos de transición pueden convertirse en momentos trascendentales para la maduración del verdadero amor. Quizá nuestra relación ya no se base en una pasión intensa, ni veamos al otro como la personificación de la perfección, ni tengamos la sensación de estar fusionados. En lugar de eso, empezamos a conocer verdaderamente al otro, lo vemos tal cual es, como un individuo distinto, quizá con defectos y debilidades, pero tan humano como nosotros mismos. Sólo entonces podemos establecer un compromiso con el crecimiento de otro ser humano, lo que supone un acto de verdadero amor.

Howard C. Cutler


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